ESTRATEGIAS

Las asociaciones que despierta la alusión a un motel son de amplio espectro. Desde el carmín psicótico de Hitchcock, los innumerables de la novela y cine negros, pasando por los atardeceres rodando por la carretera, hasta llegar a la cálida penumbra que refugia el amor clandestino. Un motel es espacio de paso que adquiere sentido, escala de descanso para los nómadas, lugar en la orilla de los no lugares, dotados de la provisión básica de supervivencia y aseo, lugares que pueden derrochar espejos. Su marginalidad lo permite todo, es alternativa de hospedaje para los turistas, puede dar techo a la fuga de personajes salidos de la ficción de Nabokov, servir de escala para los viejos que se mudan con sus gatos o para recordar el viaje idílico y juvenil.

Construir un motel frente al Atlántico significa localizarlo a la sombra de los faros y penumbras que marcan la ruta mutante buscada por Michel Serres en su Paso del Noroeste que coincide con la Patagonia dibujada por Torres García. Es una amplia cuenca que remite a la historia siempre presente de los intercambios norte-sur y oriente occidente. Un norte lleno de papas y tomates. Un sur de lauderías replicantes. Un oriente que es Europa, un occidente que son las américas. Elegir esta locación lo convierte en un mal negocio al encontrarse fuera de las tendencias de moda: el océano protagónico del momento es el Pacífico y las reflexiones ibero-americanistas son sustituidas por las problemáticas de la cobertura mediática global. Pero producir desde la propia historicidad no desconoce los intercambios de una nueva ruta de la seda con sus particulares intercambios migratorios y comercios de toda índole, donde los chinos se apropian de los bares de Barcelona y son apetecidos inversionistas para Morelos; los afganos ponen sus mercados, los Sirios buscan refugio con parientes de ultramar, mientras la banca catalana cruza las fronteras. La nao de Manila nunca ha dejado de arribar, aunque ahora lo haga con fayuca e insólitos gadgets. Los decapitados de una guerra santa se emparentan con aquellos condenados por la espectacularidad del narcotráfico.

Al igual que las imágenes, las reflexiones buscan un cuarto de paso para proseguir su circular nómada y de múltiples caminos que se cruzan. Este es el Motel Atlántico que hospeda a investigadores de Barcelona, México y Colombia, que se dedican a pensar la imagen, entendida esta como lugar de intercambios de la cultura, la política, la tecno-industria y las aventuras personales. De manera permanente residen los posgrados IMACS de la Facultad de Diseño de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, permitiendo la circulación de las publicaciones que de ellos emanan.